El problema del propósito
Esto va así: nos pasamos muchos años en un sistema educativo que, más allá de lo que aporte o deje de aportar, lo que sí hace es llevarnos de la mano en cuanto a proyección de futuro. Llegado el momento, nos dan una palmadita en la espalda y nos dejan ir. Sé libre, Willy. Y allá que vamos, con nuestra libertad en una mano y nuestros títulos académicos en la otra. ¿Hacia dónde? Pues no se sabe muy bien. Sin más ni más nos vemos en un nuevo y trepidante sendero: el de buscarnos la vida.
En este haber, podemos acertar más o menos, según el aspecto de nuestra vida; pero es casi un juego de azar, una suerte de instinto motivado por el sentido común en el que es demasiado sencillo desviarse.
La comparación
Voy a establecer una comparación para hacer la idea mucho más cercana. Si te pido que pienses en un cirujano cuando entra a operar a corazón abierto a un paciente, lo normal es imaginar una sala estéril, con un paciente debidamente preparado, una serie de profesionales dispuestos a prestar un servicio, un material quirúrgico completo, una serie de máquinas que pueden ser necesarias durante la intervención… En definitiva, todo lo que puede ser necesario para que la operación sea un éxito.
Pues ahora imagina que vas a presenciar una operación a corazón abierto que se hace en el vestíbulo del hospital, por una persona de dudosa profesión que se echa un pitillo mientras prepara un juego de herramientas de jardín. El paciente, por supuesto, es muy improbable que llegue a viejo, y la imagen descrita parece salida de una peli gore.
Propósito: ¿qué es?
Esta disonancia entre las imágenes propuestas se parece demasiado a lo que ocurre en la vida. El Propósito nos aporta un input de claridad que nos conduce a un proceso determinado y a una vida con unas características concretas. El Propósito es el camino, y un Propósito claro hace que se cierren muchas puertas y se mantengan abiertas las que necesitamos para llevarlo a cabo. El Propósito es contextual, y en ningún caso es una herramienta.
El propósito en la sociedad actual
Pero, de hecho, vivimos en una sociedad en la que solemos querer unir piezas que no casan: conciliación familiar con un trabajo de 160 horas semanales; realización personal con una zona de confort a prueba de tanques; campeón mundial del Fortnite y padre del año…
Y es normal. No estoy haciendo un juicio de valor, más bien trato de exponer el punto a base de reducir la ecuación al absurdo: porque, si pretendo ser el ligón del barrio y, además, el marido perfecto, el castillo de naipes se me va a desmoronar en algún momento.
Si piensas en el padre del año, ¿qué imaginas? Quizá ese tío juega al Fortnite, pero me apuesto quinientos euros a que pasa más horas de dedicación activa a sus hijos de las que pasa pegado a la pantalla. Y lo mismo con la persona que apuesta por su felicidad y, al no encontrarla, busca más allá de los límites que la retenían.
El punto cúlmen es que estás pudiendo comprobar cómo van apareciendo conceptos (familia, trabajo, realización personal, seguridad, aficiones…) que se van liando y se acaban por enmarañar, como el cable de unos auriculares demasiado largos.
La importancia del propósito
Y AHÍ ES CUANDO ENTRA EL CONCEPTO DE ‘PROPÓSITO’. Bueno, de hecho, debería haber entrado mucho antes en juego, pero suele ocurrir que nos damos cuenta tarde de que algo no anda bien y es entonces cuando recurrimos a la magia de investigar ideas nuevas que nos cambien un poco el panorama (que, a esas alturas, tiende a ser desalentador).
El Propósito es un cortafuegos: determina de antemano lo que vale y lo que no vale. Pero el Propósito cumple un papel mucho más trascendental: te lleva firmemente por el camino de la autorrealización; y, bien empleado, te proyecta durante el resto de tu vida en un proceso de crecimiento constante.
¿Tienes en tu mente la imagen de la Pirámide de Maslow? Te la dejo aquí abajo: échale un buen vistazo.
Seguro que, si te pregunto, tienes una idea bastante clara de cómo subir tres o cuatro niveles, pero vamos a entrar en procesos demasiado metafísicos para traerlos a tierra si empezamos a hablar de la última pieza. El único concepto que, llevado a la práctica, es capaz de englobar toda la pirámide y hacerla funcionar como un todo es el Propósito.
Conclusión
Hace falta ser valiente para vivir propositado. Y hace falta conocer en profundidad el concepto de Propósito. Y luego hay que aplicarlo. Y, para ello, hay que hacer un trabajo de introspección que puede ser fino filipino. O puede no serlo, claro. Tendrás que comprobarlo por ti mismo. Y el tema es que, generalmente, nadie va a hablarte de nuevo de esto y es posible que incluso lo olvides; y es por eso que lo tienes crudo.
Juan Ruiz Ochoa
Coach AICM Nº 12729
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