Un coach que actúa sin amor es nocivo para la profesión. Soy Programador Neurolingustico y Mentor Coach Sistémico por amor al otro.
En cada sesión las personas vienen con sus necesidades y cada necesidad tiene una urgencia y una importancia que, solo con la sintonía constante y la empatía se puede DESCUBRIR desde la piel del otro, sin naufragar en ello.
No existe lo típico en las sesiones de coaching. Cada sesión es diferente y única. Cada movimiento, cada oración, cada énfasis en alguna palabra o cada símbolo que emerge. Suena a cliché, pero es una realidad. Desde el amor al otro y la alegría natural podemos entablar honestamente un mapa del problema, los deseos (Gain), los dolores (pain) y dependiendo del cambio del estado que el coach genere se podrá lograr lo que se planifica individualmente para cada coachee y hacer posible los resultados o como digo yo; las satisfacciones.
A veces los coachees (1) solo desean que alguien los escuche y desde la verbalización de sus historias cambiar su propio observador. Otras que los acompañes a trabajar específicamente en alguna limitante que no los deja avanzar y donde se necesita ampliar la percepción interna de sus propios estados internos para pavimentar el nuevo camino rico en posibilidades.
A lo largo de la vida, los que estamos enamorados del coaching, iniciamos cada sesión desde el entendimiento y el desafío que, en cada proceso vamos rediseñando la profesión desde la coherencia y el amor. En ella nos encontramos primero para luego poder prestar atención al logro que busca el coachee en las sesiones y la cual no siempre llega a buen puerto en ocasiones porque se está buscando en el lugar equivocado y no desde la ecología ejercida en el amor de manera sostenible.
Somos Cuerpo, Lenguaje y Emocionalidad y desde como observamos el mundo, se dan los resultados que deseamos obtener. “Usted es el narrador de su propia vida y puede o no crear su propia leyenda . . . “Dice: Isabel Allende. Por eso para poder ocuparse de llevar a las personas desde el estado presente/al estado deseado, no solo se necesita una gran preparación, ser un eterno aprendiz y aprender a desaprender y aprender continuamente, sino necesitas además amor y coherencia. Porque sin amor no se puede acompañar a nadie. Solo si extiendo mis brazos al coachee, sin juzgar y lo acepto como es, se da una apertura, un movimiento de amor en la relación coach profesional y coachee, llena de respeto al otro, donde la experiencia se entrelaza con el amor y crea conocimiento, crecimiento en pro de las metas del coachee y en pro del proceso de aprendizaje infinito del coach.
Max Frisch (2) escribió en su “diario” una poderosa reflexión que (“…rompe como un pico el mar congelado que tenemos dentro”. (3)) llega siempre a mi como un salvavidas: “Sabemos que cualquier persona, si es amada, se siente como transformada, como floreciendo, y que también para la persona que ama todo se transforma: lo próximo, lo conocido desde hace mucho tiempo. Ve muchas cosas como si fuera la primera vez”.
En nuestros días, la coyuntura exige una férrea supervisión a los profesionales del coaching, para evitar lo burdo de la simplificación de una profesión que se ama. La experiencia propia sugiere que, comprendiendo nuestra voz interna y personal, podemos comprender a nuestros coachees con todos sus obstáculos.
- Coachee – cliente – Persona que toma las decisiones en una sesión de coaching
- Max Frisch – Diario 1946-1949, pp27,32, Frankfurt 1985. Suhrkamp
- Kafka, en Carta a a Oskar Pollak (1904).
Alfredo Coello Peralta
Coach AICM Nº12402
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