Hay un trastorno de la personalidad que presenta un patrón general de inestabilidad en las relaciones interpersonales, la autoimagen y la afectividad y conlleva una gran impulsividad.
Comienza en la adolescencia y va mejorando hacia la mediana edad.
La persona lo vive con la sensación de nunca estar conforme, subir y bajar en una montaña rusa y un tremendo miedo al abandono. “No sé quién soy ni qué quiero”. Hay importantes sentimientos de vacío y posibilidad de gestos suicidas.
Existe la dualidad de la necesidad de tener buenas relaciones y a la vez mucho miedo a la intimidad.
Existen cambios muy bruscos de humor y explosiones de ira, acompañados de sentimientos de culpa.
Suelen ser personas inteligentes, agudas e ingeniosas.
Pueden existir episodios de paranoia y estar al límite con la psicosis.
Existe mayor incidencia en el género femenino, con historial de abuso o negligencia en la infancia y con una sensibilidad innata al estrés.
Algunas veces, la persona sufre crisis de pánico y puede padecer agorafobia.
El coaching ayuda en estos casos a establecer unas metas y marcar unos tiempos de consecución, con el apoyo constante del coach que ayudaría al coachee a no renunciar rápidamente a ellas en cuanto hubiese una crisis.