Comparte

 

Ha caído en mis manos un libro de Nawja Zebian que me ha impactado muchísimo. Se titula “Volver a casa” y nos cuenta como construir nuestra casa interior para que nuestra autoestima sea fuerte y resistente.

Una de las partes de la casa habla del poder que le damos a los demás para hacernos daño. Cuando alguien nos traiciona, nos humilla, es cruel con nosotros, pasamos horas, días, semanas y más dándole vueltas a todos los detalles para intentar descubrir qué hemos hecho mal, que habremos dicho que le molestara, “una mota de polvo en el océano” dice Najwa. Crees que cuando lo entiendas, cuando lo descubras podrás seguir adelante. Pero eso no es así́. Lo único que conseguimos es sentirnos mal, sufrir mucho, perder nuestro tiempo y nuestra energía.

Esa persona era importante en tu vida. Creíste en ella, te abriste a ella. Nunca pensaste que te podría traicionar.

Te duele lo que ha pasado, siéntelo, llóralo, háblalo o escríbelo, pero no te quedes el rencor dentro de ti, porque así́ le das más poder a esa persona, aunque ella, en ocasiones, ni siquiera lo sepa.

Cuando tocamos fondo, lo sé por propia experiencia, la terapia, el coaching, la familia y los amigos ayudan si, por supuesto, aunque sólo tú puedes salir definitivamente a la superficie. Sólo nosotros mismos podemos levantarnos y para eso necesitamos unos buenos cimientos en nuestra casa interior, una autoestima fuerte y una resiliencia que nos hará́ aprender de este enorme bache.

Hay una diferencia entre dolor y sufrimiento. Ya lo dijo Buda: “El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional”. Si sentimos dolor, tenemos que aceptarlo porque si no lo aceptas es cuando sufres. Piensa que te lleva a sentir ese dolor, sincera y honestamente, para aceptarlo y no sufrir más. Pregúntate por qué te duele realmente. Nuestro ego nos puede jugar malas pasadas y hacer que nos sintamos peor de lo que quisiéramos.

Cuando tuve la depresión, sufría mucho, no quería ver a nadie ni hablar con nadie. Fueron momentos muy duros, pero al empezar a ir a terapia, descubrí́ que mucho de ese sufrimiento era por mi culpa, era mi ego lastimado. Me sentía culpable por tener depresión, sentía vergüenza de que mi familia pasara por este trance, que se sintieran impotentes, no les contaba que me pasaba, ni porque estaba así. Había elegido resistirme al dolor y sólo yo podía cambiarlo. Comprendí́ que mi dolor no me hacía peor persona, sabía que era un dolor que tenía que aceptar, (nada podía cambiar esa situación), no había vuelta atrás. ¿Por qué́ luchaba entonces? ¿Por qué no quería dejar de sufrir? Pensaba que si no sufría, no estaba actuando como se esperaba que actuara. Si no sufría olvidaría la razón de mi dolor, y eso no podía pasar. Todos estos razonamientos los hacía mi ego, no mi yo real.

El dolor era enorme, no se pasaría en un chasquido de dedos, pero si lo aceptaba podría seguir con mi vida, poco a poco. Y así́ fue. Llevó tiempo, no lo voy a negar, pero mereció́ el esfuerzo.

Ahora sé que está en mis manos no sufrir. Puede que el dolor llegue a mí, pero elijo cuidarme. Elijo aceptarlo y seguir adelante.

 

Susi López

Coach AICM Nº 12805

Más información de la autora aquí