A veces, cuando el ritmo del día finalmente baja, me permito observar el silencio. No lo considero un lujo, sino una necesidad. En un tiempo dominado por la inmediatez y la sobreabundancia de palabras, el silencio se convierte en un refugio. Pero al detenerme, surge una pregunta:
¿vemos todos el silencio de la misma forma? ¿Percibe igual el silencio quien creció en Tokio o en Madrid, en Kioto o en París?
Las respuestas que ofrecen la filosofía, la lingüística intercultural y la antropología sugieren que no. Oriente y Occidente han construido alrededor del silencio universos simbólicos muy distintos. Donde unos ven ausencia, otros ven plenitud; donde unos encuentran incomodidad, otros hallan armonía.
El silencio en Oriente: presencia, armonía y sabiduría
En gran parte de Asia Oriental especialmente en Japón, China y Corea, el silencio se asocia con sabiduría, respeto y autocontrol. No es una falta de comunicación, sino una forma elevada de comunicar.
La antropóloga T. S. Lebra (1987), en su estudio The Cultural Significance of Silence in Japan, identificó cuatro dimensiones del silencio japonés: la verdad (makoto), la discreción social (enryo), la vergüenza (haji) y el desafío (chōsen). En todas, el silencio cumple una función simbólica positiva, como vehículo de comprensión y contención emocional.
Asimismo, Chen (2016) y Huang & Van de Vliert (2019) muestran que en las sociedades del Este Asiático el silencio cumple un rol pragmático en la comunicación: evita la confrontación, mantiene la armonía grupal (wa), y refleja cortesía. En este contexto, hablar demasiado puede interpretarse como falta de madurez o de humildad.
Esta concepción hunde sus raíces en el pensamiento budista y confuciano. El budismo zen, por ejemplo, entiende el silencio como espacio de iluminación interior: la mente que calla deja de fragmentar la realidad. Según el maestro Dōgen (siglo XIII), “la verdad se expresa mejor en el silencio del cuerpo y del pensamiento”.
El confucianismo, por su parte, enseña que hablar poco demuestra autocontrol y respeto. Como explica Nakane (1970) en Japanese Society, la comunicación ideal en Japón es aquella que no rompe la armonía del grupo, y el silencio es una estrategia esencial para lograrlo.
En síntesis, en Oriente el silencio no es vacío, sino presencia plena. Es una pausa fértil donde la escucha se vuelve una forma de conexión espiritual y social.
El silencio en Occidente: límite, ausencia y reflexión
En cambio, en muchas culturas occidentales particularmente las europeas y norteamericanas, el silencio suele entenderse como ausencia o vacío comunicativo. En la vida social cotidiana, el silencio prolongado puede generar incomodidad, interpretarse como desaprobación o falta de interés (Bruneau, 1973; Jaworski, 1993).
Bruneau (1973), pionero en el estudio del silencio comunicativo, mostró que en Occidente predomina una visión “logos-céntrica”: se asocia la palabra con racionalidad, verdad y participación. Quien guarda silencio puede ser percibido como pasivo o desinteresado.
De manera similar, Saville-Troike (1985) subraya que, en contextos occidentales, “el silencio a menudo representa una ruptura del contacto social y no un medio de cooperación comunicativa”.
Sin embargo, en la tradición filosófica occidental el silencio ha tenido otra lectura: la del límite del lenguaje. Ludwig Wittgenstein, en el Tractatus Logico-Philosophicus (1921), escribió: “De lo que no se puede hablar, hay que callar.”
En esta visión, el silencio no es vacío, sino frontera: un reconocimiento de lo inefable. También Martin Heidegger lo interpretó como una vía hacia la autenticidad: “El callar pertenece esencialmente al hablar auténtico” (Sein und Zeit, 1927). En ambos casos, el silencio no niega el lenguaje, sino que lo completa.
Aun así, en la vida social occidental persiste la tendencia a llenar el silencio con discurso. Según Liu & Jackson (2021), en aulas occidentales el silencio del estudiante suele ser malinterpretado como falta de participación, mientras que en Asia es un signo de respeto o reflexión.
En suma, en Occidente el silencio se asocia más con la ausencia o el límite, mientras que en Oriente se percibe como presencia y virtud.
Dos perspectivas, una misma búsqueda
A pesar de las diferencias, ambas visiones convergen en algo profundo: el silencio es una vía hacia la comprensión.
Como señalan Gutiérrez y Arroyo-Paniagua (2024), el silencio no solo tiene valor individual, sino social: refleja las normas, los valores y las tensiones de cada cultura. En los contextos donde prima la colectividad, el silencio fortalece el tejido social; donde predomina el individualismo, se vuelve una forma de resistencia o introspección.
Incluso dentro de Occidente, hay espacios donde el silencio se reivindica. En la literatura contemporánea, autores como Susan Sontag (1969) en The Aesthetics of Silence lo conciben como una respuesta estética ante la saturación del mundo moderno.
Así, el silencio no pertenece exclusivamente a Oriente ni a Occidente: es una necesidad humana universal, aunque sus significados cambien según el contexto.
Mientras en Oriente el silencio dice “soy parte del todo”, en Occidente puede decir “he llegado al límite de mí mismo”.
Ambos, en última instancia, nos invitan a lo mismo: escuchar al otro, al mundo, o a uno mismo.
RimaPalVal.
Coach AICM Nº14271
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Referencias bibliográficas
- Bruneau, T. J. (1973). Communicative Silences: Forms and Functions. Journal of Communication, 23(1), 17–46.
- Chen, J. (2016). Analysis of Silence in Intercultural Communication. Proceedings of the 2016 International Conference on Education, Language, Art and Intercultural Communication (ICELAIC). Atlantis Press.
- Gutiérrez, M., & Arroyo-Paniagua, E. (2024). An Exploration of Silence in Communication. European Proceedings of Social and Behavioural Sciences, 7(4), 105–118.
- Heidegger, M. (1927). Sein und Zeit. Niemeyer.
- Huang, X., & Van de Vliert, E. (2019). Toward a Culturally Sensitive Perspective on Silence in Organizations. Industrial and Organizational Psychology, 12(3), 410–415.
- Jaworski, A. (1993). The Power of Silence: Social and Pragmatic Perspectives. Sage Publications.
- Lebra, T. S. (1987). The Cultural Significance of Silence in Japan. In Speech Is Silver, Silence Is Golden (pp. 97–112).
- Liu, Y., & Jackson, J. (2021). East Asian Perspectives on Silence in English Language Classrooms. Frontiers in Psychology, 12, 612939.
- Nakane, C. (1970). Japanese Society. University of California Press.
- Saville-Troike, M. (1985). The Place of Silence in an Integrated Theory of Communication. In D. Tannen & M. Saville-Troike (Eds.), Perspectives on Silence (pp. 3–18). Ablex Publishing.
- Sontag, S. (1969). The Aesthetics of Silence. In Styles of Radical Will. Farrar, Straus and Giroux.
- Wittgenstein, L. (1921). Tractatus Logico-Philosophicus. Routledge & Kegan Paul.