¿En cuál de los dos ámbitos se mueve el coaching? ¿Coaching de valores o de virtudes?
Para entender lo que quiero transmitir con este planteamiento, acerquémonos un poco a cada realidad:
Hoy se habla mucho tanto a nivel social como institucional y personal de los valores, de educar o representar ciertos valores, refiriéndonos a aquellos bienes que nos atraen en nuestro deseo de felicidad. ¿Es esto suficiente en el ámbito del coaching? Nuestra respuesta, partiendo de la experiencia es que no; los valores a veces quedan muy difuminados en lo abstracto y generalista. Si nos distinguimos en algo como coaches para un trabajo y acompañamiento eficaz, no es solo en los “valores” en los que nos movemos: ¿quién no habla de solidaridad, tolerancia, respeto, etc.? Sin embargo, la experiencia de coaching nos dice que no es suficiente desear un bien o tenerlo localizado, sino que hay que ponerse en marcha, trabajar, definir qué significa en lo concreto, su alcance y qué acciones necesitamos efectuar para conseguirlo.
En este punto es donde recurrimos a las virtudes, que nos ayudan a alcanzar y vivir esos valores.
Para entender la relación entre valores y virtudes, debemos considerar que los valores hacen referencia a principios éticos, como por ejemplo “la verdad” como valor, “la justicia” o “la tolerancia”. Las virtudes sin embargo están asociadas a los comportamientos y acciones para alcanzar y vivir esos valores, como por ejemplo la honestidad, la responsabilidad o el compromiso para alcanzar unos objetivos, y aquí está lo específico del coaching: mover a la acción y la responsabilidad.
Las virtudes son acciones buenas que cuando se ejercitan mucho se convierten en hábitos (prudencia, veracidad, justicia, dominio de sí, fortaleza, esperanza, fe, caridad…) y ayudan a la persona a escoger libremente el bien y el amor, aquello que le conduce a una vida en plenitud. Buscar y hacer “el bien que hay que hacer” es lo que nos hace a nosotros mismos, lo que nos distingue y lo que nos va perfeccionando como personas o como institución.
En cuanto mueve a la acción, el coaching está más cerca de posicionarse del lado de la virtud, que es un “hábito operativo bueno”, como decía Tomás de Aquino. Una acción buena repetida, integrada, que mejora nuestras facultades humanas como la inteligencia o la voluntad, se convierte en virtud. Un hábito repetido malo (estar todo el día pegado al móvil, comer o beber alcohol compulsivamente, no hacer ejercicio…) se convierte en vicio. El coaching ayuda a alcanzar la virtud en cuanto mueve a la acción constructiva, la que ayuda a la persona a alcanzar sus objetivos.
Teniendo en cuenta esta distinción, nuestra labor como coaches es ayudar a la persona a que sea virtuosa, ya que a través de las preguntas poderosas movemos a la persona a que tome acción y supere las creencias limitantes, promoviendo así sus virtudes para poder alcanzar y vivir los valores.
José Antonio Belmonte Aguilar
Coach AICM Nº13370
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