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El confinamiento saca muchos sentimientos que con nuestras rutinas callamos, silenciamos, anestesiamos. En definitiva el trabajo, las compras, los bares,…hacen que estemos tan ocupados que no podamos oír, a veces de forma consciente y otras inconsciente, lo que a nuestro interior le pasa.

Y de repente, nos quitan esa rutina, en contra de lo que desearíamos, y esas emociones que creíamos tener controladas con nuestro quehacer diario salen a la luz, nos hablan, nos gritan incluso. Y no nos gusta.

Llega el aburrimiento, la desesperación, la preocupación, la tristeza, el miedo….si, el miedo. Miedo a lo que nos pueda pasar, miedo a lo que pueda pasar a otros, miedo a no saber que hacer con nuestro tiempo, miedo a darnos cuenta que ser padres (sin guarderías, colegios, parques, cines, etc) es muy difícil, miedo a tener tiempo de conocernos, de escucharnos, de estar con nosotros mismos. Y con la peor parte, quizás de nosotros: la que se aburre, la que pierde la paciencia con los críos, la que no encuentra recursos en los que emplear su tiempo…y empezamos a sentirnos tristes y desmotivados incluso.

Pero el miedo, es una emoción que nos alerta y nos hace darnos cuenta que algo no esta lo bien que necesitamos o que deseamos, o ambas. Y podemos aprender de ella.

Al igual que la tristeza nos ayuda a pensar, a buscar el motivo que nos hace sentirnos así. La tristeza nos enseña, esa es su función, la de hacernos reflexionar.

Y diréis: no hay nada que pensar, ni que analizar. Nos sentimos así por estar encerrados, por habernos MODIFICADO nuestra rutina, de un día para otro. Por este CAMBIO impuesto Aunque sepamos que es por un bien mayor.

Y tenéis razón, todo es culpa del cambio.

Porque el cambio nos hace salir de nuestra zona de confort, donde todo estaba controlado. Con nuestro horario similar, nuestra libertad imaginaria.

Pero hay personas que están encantadas de estar estos días en familia, pudiendo dedicarle el tiempo que normalmente no pueden, y que se sienten bien de estar en sus casas. Por que ahora tienen tiempo de leer, cocinar, charlar con sus parejas, o con sus seres queridos por teléfono, ver la televisión, jugar con sus hijos, etc… Se que dicho así, suena a vacaciones, y no estamos de vacaciones, ni mucho menos. Hay quien trabaja en casa, quien tiene que acudir a su puesto y sin la normalidad pertinente, se que hay empresas preocupadas, etc…pero lo que quiero recordaros, es que las mismas circunstancias que os “quitan” unas cosas, os “dan” otras.

Por tanto, en lugar de centrarnos en lo que no podemos cambiar, pensemos en lo que si depende de nosotros. Por ello, os animo a intentar sacar el lado bueno de estas circunstancias excepcionales que estamos viviendo, con la certeza de que lo conseguiremos. Y con la confianza de que cuando todo pase valoraremos aún más nuestro día a día: poder dar un paseo, poder visitar a nuestra familia y amigos a placer, saludar a nuestros compañeros de trabajo, dar las gracias a ese camarero que todas las mañanas te pone el café a tu gusto, etc…

 

Muchos besitos y recordar que si lloráis por no ver el sol, las lágrimas no os permitirán apreciar la belleza de las estrellas.

 

Isabel Márquez