Hay un aspecto del que a menudo se olvidan en las empresas a la hora de decidir quién dirigirá un equipo de trabajo: su capacidad de liderazgo.
Según el Principio de Peter, a las personas que realizan bien su trabajo se les promueve a puestos de mayor responsabilidad, a tal punto que llegan a un puesto en el que no pueden formular ni siquiera los objetivos de un trabajo, y alcanzan su máximo nivel de incompetencia.
Un trabajador puede ser buen comercial pero pésimo como jefe de un equipo de comerciales, aspecto que ni llega a plantearse la dirección de la empresa y se presupone que si es bueno en una tarea lo será en la superior por fuerza. Inclusive, otro compañero de ese buen comercial podría no ser tan bueno vendiendo, pero excelente liderando equipos. Mención aparte los ascensos por mero enchufismo.
Un líder es un miembro del grupo capaz de influir en un determinado momento. Es alguien que actúa con democracia y no simple imposición. Es un ejemplo a seguir y debe tener habilidades sociales. Tiene funciones de mantenimiento del grupo y de logro de los objetivos. Tiene que ser un motivador.
Cuando la necesidad de poder se convierte en desmedida puede degenerar en autoritarismo y destrucción.
Es muy importante formar a las empresas para detectar las competencias necesarias de un buen líder y así, realizar promociones más meritorias y adecuadas y no por simple automatismo.