Las carencias afectivas que vivimos en nuestra infancia abrirán unas heridas que nos van a condicionar como actuamos luego de adultos: como nos relacionamos, como reaccionamos ante ciertas situaciones, como resolvemos, como controlamos…
A continuación, veremos la 5 heridas emocionales o experiencias dolorosas que desde la infancia irán construyendo nuestra personalidad, según el libro “Las cinco heridas que impiden ser uno mismo”, de Lise Bourbeau.
Cuando el bebé nace y no se le da la atención y el afecto que necesita, y eso empieza con dejarlo en una guardería a los 3 meses, o cuando la madre está pasando por una depresión postparto y no puede atender correctamente al hijo, por ejemplo, entonces se graba una herida que se irá repitiendo a lo largo de toda su vida.
Cuando se abre esta herida, el niño va a compensar esa situación con una máscara, una respuesta a esa carencia. Cada una de las siguientes heridas tiene su propia máscara:
1. El Rechazo
El miedo al rechazo es una de las heridas emocionales más profundas, porque siente que no tiene derecho a vivir. Implica una desconexión de nuestro interior: nuestros deseos, nuestros pensamientos y nuestros sentimientos.
Esta herida suele aparecer antes de nacer, en el vientre; cuando la madre no quiere ese niño en ese momento (es el momento “predictor”).En general es el rechazo de alguno de los padres y/o de la familia. Genera pensamientos de rechazo, de no ser deseado y de descalificación hacia uno mismo.
Puede ser también que llegue con un sexo contrario al que se espera. O rechazo porque es de piel más oscura o con alguna animalia física.
La persona con una herida de rechazo no se siente merecedora de afecto ni de comprensión y se aísla en su vacío interior, aunque aparentemente puede ser muy amiguero y cercano, pero solo esconde una herida de sentirse no querido. La herida queda escondida en una máscara de huidizo.
Es probable que, si hemos sufrido esto en nuestra infancia, seamos personas huidizas. Por lo que debemos de trabajar nuestros temores, nuestros miedos internos y esas situaciones que nos generan pánico.
Si es tu caso, trata de hacerte amigo de esa herida, de conocerla, de arriesgar y de tomar decisiones por ti mismo. Cada vez te molestará menos que la gente se aleje y no te tomarás como algo personal que se olviden de ti en algún momento.
2. El Abandono
Abandonar a alguien es separarlo de mamá, casi siempre o de papá, también, en los primeros años de vida. El abandonado se abandona a sí mismo. Es un vacío de soledad. Muchos hermanos mayores se sienten abandonados por mamá al nacer el siguiente hermano. La madre tenía que trabajar. La madre enfermó. Al nacer tuvo que estar unos días o semanas en incubadora.
El abandono genera dificultad en la comunicación. La persona con abandono suele sentirse, también, rechazado.
Ante la herida de abandono la persona compensará siendo emocional o mentalmente dependiente.
Estos sobre reaccionarán ante situaciones donde los demás de olviden de ellos: la pareja llega tarde sin avisar, por ejemplo. A menudo ahogarán a sus parejas exigiendo sutilmente que les quieren. Habrá una constante vigilancia hacia esta carencia, lo que ocasionará que quien la haya padecido abandone a sus parejas y a sus proyectos de forma temprana, por temor a ser ella la abandonada. Sería algo así como “te dejo antes de que tú me dejes a mí”, “nadie me apoya, no estoy dispuesto a soportar esto”, “si te vas, no vuelvas…”.
Las personas que han tenido las heridas emocionales del abandono en la infancia tendrán que trabajar su miedo a la soledad, su temor a ser rechazadas y las barreras invisibles al contacto físico.
La herida causada por el abandono no es fácil de curar. Así, tú mismo serás consciente de que ha comenzado a cicatrizar cuando el temor a los momentos de soledad desaparezca y en ellos empiece a fluir un diálogo interior positivo y esperanzador.
3- La Humillación
Se abre esta herida cuando se nos desaprueba, se nos rebaja, se nos critica; cuando se nos hiere en el amor propio o en nuestra dignidad. Los padres o hermano mayores desvalorizan a sus niños o hermanos, diciéndoles que son torpes, malos o unos pesados, así como aireando sus problemas ante los demás; esto destruye la autoestima infantil. En la escuela la herida se repetirá en la forma de “bulling”. De más adulto puede ser sorprendido masturbándose o ser humillado sexualmente.
La humillación genera una máscara de masoquista: encontrar placer sufriendo. La persona con herida de humillación tenderá a ser obeso. En desprogramación decimos que el obeso ha puesto un escudo al ataque que ha recibido: la grasa.
Además, podemos haber aprendido a ser “tiranos” y egoístas como un mecanismo de defensa, e incluso a humillar a los demás como escudo protector.
Haber sufrido este tipo de experiencias requiere que trabajemos nuestra independencia, nuestra libertad, la comprensión de nuestras necesidades y temores, así como nuestras prioridades.
4- La traición o el miedo a confiar
Surge cuando el niño se ha sentido traicionado por el progenitor del sexo opuesto, sobre todo entre lo dos y los cuatro año de edad; por lo tanto relacionado con una represión del Edipo : amor al progenitor de sexo opuesto. Lo cual afectará más adelante sus relaciones sexuales y afectivas; tendencia a comparar a la pareja con el progenitor. Esto abre una desconfianza que se puede transformar en envidia y otros sentimientos negativos, por no sentirse merecedor de lo prometido y de lo que otros tienen.
Haber padecido una traición en la infancia construye personas controladoras y que quieren tenerlo todo atado y reatado. El controlador tiene una personalidad fuerte e impone su voluntad, sobre los demás.
Sanar las heridas emocionales de la traición requiere trabajar la paciencia, la tolerancia y el saber vivir, así como aprender a estar solo y a confiar en los otros, delegando.
5- La Injusticia
La injusticia es el incumplimiento de los derechos y mérito de cada uno. No sentirnos apreciados o respetados por nuestro justo valor. Padres fríos y demasiado autoritarios, se generan sentimientos de ineficacia y de inutilidad, tanto en la niñez como en la edad adulta.
El niño no puede integrar bien su individualidad (3-5 años) ni ser completamente él mismo.
Las consecuencias directas de la injusticia en la conducta de quien lo padece será la rigidez, pues estas personas intentan ser muy importantes y adquirir un gran poder. Además, es probable se haya creado un fanatismo por el orden y el perfeccionismo. Son personas sensibles que han puesto una coraza, para no sentir.
Requiere trabajar la desconfianza y la rigidez mental, generando la mayor flexibilidad posible y permitiéndose confiar en los demás.
Ahora que ya conocemos las cinco heridas de la infancia y probablemente ya te has identificado con la tuya o tuyas, te propongo una reflexión: ¿Cuál sería el primer paso para empezar a sanarlas?
Rosa María Salgado
Coach AICM Nº12354
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