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Cada día, nos acercamos al fuego en distintas formas: el cansancio, los encuentros frustrantes, el atasco, las prisas, o incluso la cola del supermercado. Cualquier chispa puede encender la llama en nuestro interior.

Estas situaciones son como brasas que, si no las manejamos con cuidado, pueden incendiarnos y afectar a quienes nos rodean. La clave está en la conciencia.

Cuando sentimos el calor aumentar, es el momento de parar, respirar y evaluar. ¿Qué está encendiendo esta llama? ¿Cómo podemos apagarla sin quemarnos ni quemar a otros?

La autenticidad y la empatía son nuestros extintores emocionales. Al reconocer nuestras propias chispas, podemos evitar que se conviertan en llamas destructivas. De esta manera, creamos un entorno donde cuidar nuestras relaciones en lugar de consumirlas en el fuego.

Además, el mayor acto de autocuidado es reconocer cuando nos acercamos demasiado al fuego y elegir no prender la mecha. Las llamas cotidianas pueden transformarse con un toque de empatía y un poco de compasión, no solo hacia nosotros mismos sino también hacia quienes comparten nuestro día.

Y tú, ¿Qué estrategias utilizas para gestionar  las llamas cotidianas?

 

Maria Luisa Aguado Lillo

Coach AICM Nº13271

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