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Hace un par de días una realidad me explotó en la cara, estaba a punto de matricularme en mi decimoquinto curso de coaching que me ofrecía la tierra prometida: una práctica de éxito, clientes haciendo cola para contratar mis servicios, dinero a espuertas… Suena familiar, ¿Verdad?

Hablando con mi amigo y coach Ken, me preguntó ¿Cuándo vas a considerarte preparada? Me mató la pregunta y su triste respuesta: nunca, nunca lo sentiré, es el famoso síndrome del impostor que muchos coaches tenemos, esa pregunta que nos nace desde nuestras inseguridades más profundas diciendo ¿Y quién eres tú para ayudar en esto? No eres una autoridad en este campo, tienes que seguir formándote. Y de repente estás buscando más cursos sobre la materia.

Y ahí tuve mi gran revelación, un momento de lucidez que decidí no dejar pasar por si acaso me volvía a invadir la inseguridad: hice un compromiso público, escribí mi primer post en Facebook comprometiéndome a compartir los conocimientos en vez de seguir acumulándolos, me comprometí a no limitarme a recibir, sino a dar a otros, ¿Quién sabe qué persona podría sentirse inspirada para sacar la nariz de los libros y compartir su única voz con el mundo?

La respuesta a ese post me impactó, las muestras de cariño recibidas, los ánimos, los “yo también estuve ahí”, y sobre todo, las personas que me dieron las gracias diciendo “me has inspirado a tomar acción”. ¿Puede haber mejor regalo en el mundo para un coach que inspirar a otros a sacar lo mejor de sí mismos?

Y todo ocurrió no con un post elaborado, no con un texto lleno de citas deslumbrando con mis conocimientos, no. Ocurrió cuando me quité los adornos, las expectativas, lo que pensaba que los demás querían de mí… ocurrió cuando fui yo misma, cuando me mostré vulnerable, cuando dije “siempre pensé que estudiaba por amor a saber más, pero me doy cuenta que hay otra razón detrás, estudio para no enfrentarme al mundo, estudio porque es mi zona de confort”

En tan solo 24 horas, pasé de estar refugiada tras una montaña de libros, a crear mi perfil de Linkedin, actualizar mi perfil de Facebook, y escribir un segundo post. Cada paso que he dado ha sido intimidante para mí, no nací para exponerme en Internet, pero hay algo distinto en mí ahora: me he comprometido, he tomado una decisión y he emprendido una acción. Una persona con una misión es imparable.

Y si esto te sirve para reflexionar sobre tus propios miedos, o te inspira a tomar acción, definitivamente mi primer post en LinkedIn habrá merecido mucho la pena.

Todos tenemos una voz única, muestra al mundo la tuya.

 

Carmen ballesteros

Coach AICM Nº 13033

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