¿Cómo definimos nuestra vocación? La mejor manera es preguntarnos qué queremos hacer. Entrar en el existencialismo y pensar que venimos para algo nos mete en un profundo vacío repleto de dudas.
Lamentablemente muchos jóvenes hoy no se atreven a cuestionar el deseo de sus padres que, en la mayoría de los casos, no coincide con el de sus hijos.
¿Cómo podemos tomar la decisión?
Saliendo de los mandatos primero y preguntarse si somos coherentes con los valores que nos dominan. Para eso hay tres preguntas básicas que nos permite identificarlos:
¿Qué es importante para mí en mi relación conmigo mismo?
¿Qué es importante para mí en mi relación con los demás?
¿Qué es importante para mí en mi relación con el mundo en el que vivo?
Ser coherente con el resultado de estas respuestas nos permite saber si somos coherentes con nuestra vocación también.
Por otra parte, debemos vencer el mandato social “Venimos a este mundo a cumplir con una misión”. La única misión que tenemos es la de sentirnos lo suficientemente despojados de limitaciones para conectarnos con nuestra verdad. No tenemos porqué pensar que somos “seres especiales”, o que venimos con el fin de ayudar a la humanidad o que tenemos la obligación de conectarnos con una profesión determinada sólo por el hecho de que nuestros entornos no digan: tú eres bueno para esto, ¿por qué no estudias tal cosa?
La misión es la verdad. Nuestra verdad es aquella que habla de nuestra propia naturaleza. Esa naturaleza tiene leyes que han de cumplirse si conectamos con aquello que simplemente “nos hace bien”.
En el camino de la profesión me he encontrado con muchos casos de enorme frustración, porque han elegido la vocación de sus padres. Porque han continuado un legado o simplemente porque creyeron que esa profesión podía darles lo que todavía la vida no les ha obsequiado.
Personalmente, mi título universitario es de Licenciado en Economía. Cuando tenía dieciocho años no tenía la menor idea de cómo decidir mi vocación. Los test vocacionales me daban resultados por disímiles. A esa edad somos influenciables. Mis padres me dijeron: estudia para “contador” que da dinero. Yo sabía que eso de estar haciendo números todo el día no me divertía, así que elegí dentro de las ciencias económicas la más social. Cuando me recibí tenía veinticuatro años. En Argentina la carrera de economista requiere un proceso de seis años. Desde que recibí mi título hasta hace ocho años no paré de estudiar diferentes disciplinas en busca de la verdad.
Hoy como coach siento que me he encontrado. Porque en el camino fui descubriendo varios aspectos de mi personalidad y de mi modelo mental que me permitieron conocerme mejor.
Conocerse es la única manera de no construir una mentira. Una realidad paralela en la que nuestros pensamientos no coinciden con nuestras emociones.
Si eres joven suelta todo antes de tomar nada. Elígete, transítate, descubres quién eres en verdad. Si eres padre o madre, deja a tu hijo o hija soltarse, debe equivocarse, aprender es frustrarse, pero no contribuyas a que viva frustraciones que hablan de ti más que de ellos.
La libertad es un valor que se ejerce y cada vez que tomamos decisiones estamos viendo en qué lugar de nuestra escala de prioridades la ubicamos.
¿Seremos capaces de elegir siendo libres? ¿Tendremos la capacidad de aceptar la libertad de la elección de los demás? Nuestro desafío es construirnos en un camino que permita que cada cual lo transita a su manera o dicho de otra manera, interpretando a Heidegger: dejando que “ el ser se ubique en su existir”.
Sergio Misuraca. Director de I.C.O- Instituto de Coaching y Oratoria
Coach AICM Nº 12915
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