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Se dice que al Renacimiento le precedió un período oscuro, en el que la peste negra ocupó un papel protagónico. Y que los confinamientos de ese entonces dieron lugar a procesos interesantes como por ejemplo el referido sobre Isaac Newton. No por la observación de la supuesta caída de la manzana como detonante de la formulación de leyes físicas, sino porque justamente para construir tales ideas pasó mucho tiempo aislado. Y se dedicó a estudiar, observar, reflexionar y profundizar sobre los conocimientos que había adquirido en sus estudios. Ese profundo cavilar incitó a escribir su Phisophae naturalis principia mathematique  o  mejor dicho, la ley de la gravedad.

Por supuesto el mero hecho de permanecer aislado no conduce a una persona a formular un gran descubrimiento o a desarrollar un invento que cambie la historia de la humanidad.  Pero si es muy probable que tal proceso incida, en mayor o menor grado, a la revisión interna, a la conversación consigo mismo y a identificar, conscientemente, el apoyo que puede recibir o brindar a otro para el logro de esas metas que después de reflexionar, quiere cruzar en su trayecto de vida.

La mirada hacia el interior en tiempos del Covid-19

El auge del teletrabajo ha sido una de las consecuencias y a la vez tendencias más mencionadas desde que se inició la pandemia causada por el coronavirus; pero también ha habido otras inherentes a la esfera personal, el autodescubrimiento y la reinvención total o parcial del proyecto de vida. Del ocuparse de si mismo como base para ocuparse de los demás y de las organizaciones. Entre los  diversos estudios realizados desde el inicio de la pandemia se han identificado tendencias personales que conducen en mayor o menor grado a la reinvención del proyecto de vida como una imperiosa medida para garantizar la supervivencia o como cambios derivados de la reflexión y del estudio de otras perspectivas, valoraciones y constructos.

Como profesional y como académica he sido testigo en primera fila de cómo esos procesos decantan en interesantes proyectos de emprendimiento, de trabajos de grado u otro tipo de elaboración de objetivos de vida que llegan a feliz término, con evidentes logros.

La aplicación del coaching como herramienta ha sido fundamental para ayudar al otro técnicamente en el camino de la reinvención y del darse cuenta de sus opciones y sus posibilidades para materializar su propósito, cuando lo tiene claro.

En esto último el confinamiento resultó ser un momento oportuno para el ejercicio autocomprensivo, el cual a su vez es clave en la toma de decisiones. Y en momentos de alta incertidumbre – tal como resultó ser la primera etapa de la pandemia- la claridad interna facilitó ese momento de dilemas, de selección de opciones para construir hojas de ruta e inyectar agilidad a los pasos.

Un claro ejemplo de esto último lo representa el desafío que ha representado la irrupción del Covid-19 en la gestión de la comunicación organizacional, con la abrupta interrupción de las dinámicas relacionales internas y externas.

Ética y autocomprensión

Para mis colegas de ese campo ha sido crucial el asirse a sus criterios propios como punto de apoyo ante el surgimiento de dilemas. Según el estudio bienal Latin American Communication Monitor (LCM) 2020-2021, de EUPRERA, el cultivo de la ética ha sido un desafío creciente, especialmente durante la primera etapa de la pandemia, con las características propias de las crisis. En las organizaciones de todo tipo –privadas, públicas, sociales, grandes o pequeñas- la gestión comunicacional se hizo más necesaria que nunca, según el 92 por ciento de los consultados. Lo cual sumó mayores compromisos y retos para proponer, diseñar estrategias y ejecutar acciones que preservaran o aportaran a la relación con los distintos grupos de interés o stakeholders, así como asesorar, influir y acompañar a los líderes de las mismas tanto en la definición de los pasos a seguir como ayudarles a coordinar la gestión de los equipos de trabajo en medio de la inédita situación de obligatoria reclusión  en los hogares.

Menciona el LCM que la función de comunicación ha sido imprescindible para las áreas de trabajo relacionadas con la estrategia y la coordinación, entre las cuales tiene presencia el uso del coaching junto al asesoramiento y la consultoría, mencionado explícitamente por 79,4 por ciento de los consultados como “muy importante”.

A ese requerimiento se suma la recurrencia del desafío ético en la labor diaria en dos de cada tres profesionales latinoamericanos de la comunicación organizacional o corporativa, aunque con visibles diferencias entre los países. Por ejemplo, en Puerto Rico hay presencia de dilemas morales en 44 por ciento de los encuestados, en contraste con El Salvador, con 75,5 por ciento.

Surge ante tal estadística la interesante la pregunta: ¿Cuál es el referente al cual acude un profesional ante los momentos complejos, inciertos y saturados de presión con alta carga moral? La respuesta la brinda ese mismo estudio, y es el centro del presente texto: el hombre o la mujer con la responsabilidad de conducir interna o externamente la comunicación de una organización hurga en el centro de sí mismo. En el estudio se halló que en mayor medida (88,7 por ciento) las personas acuden a su propio sistema de valores y creencias para las decisiones técnicas de implicación moral. Y en un nivel levemente menor toma en cuenta tanto los códigos y reglamentos de la organización con la cual trabaja (88,2 por ciento) como las pautas dictadas por una instancia colegiada a la cual pertenece (78,5 por ciento).

Ligeramente diferente es el resultado que arrojó otra versión del mismo estudio, el European Communication Monitor 2020. Este fue aplicado a los colegas del viejo continente y 86,1 por ciento dijo asirse a su credo o principios personales como base para las situaciones morales, en vez de regirse por códigos éticos de la asociación profesional (76,5 por ciento) o las guías elaboradas en su lugar de trabajo (57,5%). En ambos casos el principal punto de partida es la dimensión intrapersonal, esa misma que distintos autores u otros estudios han referido como objeto de atención durante la pandemia y como parte de esas tendencias que estarían evidenciando al ser humano de hoy en un proceso de re-significación, re-descubrimiento y re-invención de las diferentes áreas y funciones que componen su vida.

El caso del comunicador organizacional puede que no sea muy diferente de lo que esté ocurriendo en otros ámbitos de la gerencia moderna ante la irrupción de fenómenos como incertidumbre, resiliencia, entre otros, que han ameritado esfuerzos notables de liderazgo. Sólo que en este campo ya se había estado asomando la necesidad de incorporar al coaching como un componente relevante en la formación del DirCom. Es intrínseco al desempeño de esa función según el modelo de la comunicación de excelencia desarrollado por Ralph Tench, Dejan Verčič, Ansgar Zerfass, Ángeles Moreno y Pier Verhoeven (2017), y está presente en el concepto de 3GRCO de Daniel Scheinsohn (2014) o Tercera Revolución de la Comunicación Organizacional. Este último describe que nos encontramos en la “emergencia de una metanoia respecto de nuevos entendimientos entre estrategia, comunicación y organizaciones”.

Coinciden en situar al hombre o la mujer responsable de la comunicación de una organización en una visible posición estratégica e influyente hacia los directivos y fundadores de la misma, en modo individual o grupal. En el éxito y excelencia en el cumplimiento de esa misión el manejo de técnicas de coaching es clave. Demanda el cultivo de una personalidad empática en un profesional competente, sólido en sus fortalezas técnicas y en su ética.

Hoy en día, desde nuestra perspectiva, es el agente de cambio con la capacidad de incorporar y de hacer uso de la narrativa organizacional para hacer que los miembros conozcan o recuerden que en la historia de la humanidad después de la peste vino la oportunidad del renacer.

Gráfico 1

Gráfico 2

 

Xiomara Yamil Zambrano Bonilla

Coach AICM Nº12424

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