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Navidad. Toca reunirse y festejar. Familia feliz y unida. Pero… ¿eso es siempre así? ¿Existe un tabú en torno a ese tema?
No todas las familias son como la de la mítica serie “La casa de la pradera”.

Por desgracia, es común escuchar a diario historias trágicas.

Una de las figuras comunes es la del matriarcado patológico: mujeres que descargan en los hijos sus deseos de dominio. Muchas no reciben afecto de la pareja y vuelcan de manera enfermiza toda la necesidad de atención en los hijos. De ahí, suegras problemáticas. Sus hijos son su propiedad.
A veces se da el caso del enfermo con poder: “cuanto más me enfermo, más importancia tengo”. La situación se tuerce de manera tóxica y los allegados continuamente deben sentirse culpables si no atienden a todas sus peticiones.
Otra figura habitual es el padre cacique. Patriarcado en el que da la coincidencia de que es un empresario en cuyo negocio trabajan los hijos. A sus hijos no les permite seguir su propio camino y pasa a dirigir toda su vida laboral y privada.
El filiarcado es el dominio de los hijos sobre generaciones precedentes. Los hijos continúan con sus padres hasta edades muy avanzadas y con el convencimiento del derecho a exigir.
Familias machistas, racistas, homófobas…donde la mujer siempre será la culpable y perdedora, donde alguien de otra etnia será mal recibido o donde no se tolerará que el hijo o la hija sean homosexuales.
La gran mayoría de abusos a niños se cometen en el seno de la propia familia.
Esta es una triste pero real situación de millones de personas. Personas que llegan a decidir alejarse y cortar lazos para poder respirar.
El coaching, junto con la ayuda de un psicólogo, ayuda a expresar todo ese dolor y a encaminar la vida del coachee lejos o a saber cómo gestionar esas situaciones si se decide mantener los lazos.

Fátima Fernández Márquez
Coach AICM Nº12803

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