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Mucho se esta hablando del Satisfyer estos dos últimos años en medios de comunicación, en las terrazas de los bares, en las redes sociales… Sin embargo, como bien habrás intuido este post no va del famoso juguete sexual sino del amor propio, una palabra o concepto muy de moda que ha pasado a llamarse Autoestima. La autoestima es la gran “prota” de todas las programaciones y documentación que como profesionales nos marcamos como objetivo para lo chicos, chicas y adolescentes: “Que mejore su autoestima”, “Potenciar la autoestima como parte de su educación integral” o “Fomentar su autoestima a través del éxito académico”, “Que tenga autoestima para mejorar su asertividad” (son reales, no me lo he inventado). Para un padre o una madre, tres cuartos de lo mismo, buscamos que vayan desplegando un autoconcepto y autoestima que les permita sentirse capaces de muchas posibilidades para la vida diaria.

Recordemos que la autoestima está íntimamente relacionada con la percepción que tenemos de nosotr@s mism@s, y como percepción está sujeta a la evaluación que el cerebro hace de las cosas que pasan por dentro y por fuera. Los sentidos son sensores que recogen información de fuera (vista, oído, gusto…) o de dentro (propiocepción, cinestesia, etc.) y eso siempre, siempre, viene codificado desde fuera. Frío, calor, luz, hambre, sueño, dolor… son algunas de las sensaciones que nos llegan desde que venimos al mundo y que vamos regulando gracias a nuestros cuidadores y cuidadoras. Vas descubriendo la diferencia entre me duele, me pica, me quema o me escuece gracias a que desde fuera le ponen palabras a las sensaciones y además ayudan a regularlas. Lo mismo con el amor propio, que tiene que llegar desde fuera. Si nadie le estima, no va desarrollar esa autoestima que tanto buscamos. La comunicación, el afecto y la sintonía del adulto va a permitir la regulación de experiencias y de darle un sentido. Nadie al que no hayan querido de una manera segura va a desarrollar una autoestima sana.

 

Pepe es un adolescente de 14 años que tiene entre otras muchas cosas pitiriasis, es decir una descamación del cuero cabelludo que le hace que su pelo y sus hombros siempre estén llenos de caspa. Como bien se ha hablado en este post, esa situación es uno de los muchos síntomas que nos hablan de un malestar personal y querer cerrar ese problema de salud e imagen hablando es como matar moscas a cañonazos. Esa manera de presentarse es una manera de decir “No me lo merezco” y está más relacionada con su percepción que con champús o una buena higiene. Podemos hablar y hablar con él de las bonanzas del autocuidado, de las consecuencias de dar una buena imagen al resto, del bienestar personal cuando estás sano, que se van a quedar en el felpudo de su casa, porque no vas a entrar a su mundo interior.

Así pues, una vez más, el contexto de seguridad y afecto va a ser el camino para poder construir una posibilidad de cambio de percepción, de ese SELF afectado que piensa que no es digno de nada, que se avergüenza, que agacha la cabeza. Es un camino largo y apasionante, muy diferente de encender el aparatito de pilas. Para ello un buen recurso son las actividades nutricias, actividades cotidianas que van permitir desde fuera ese proceso transformador en el chico y la chica en el que pasa de me cuidas a me cuido. De esta manera, a través de todo lo relacionado con la alimentación, la higiene y la curación estamos mandando un mensaje de TE LO MERECES. Fijaos que cosa más barata y con tanto impacto en el tronco encefálico y el sistema límbico. Cortar uñas, echar crema en los codos y rodillas secas, un masajito en la cabeza, curar una herida, lavar la cabeza, hacer una merienda especial, ordenarle la mochila, limpiar el pupitre, hacer una trenza de raíz o secarle el pelo… son algunos de los regalos llenos de conexión y seguridad. Son actividades que como dice Sue Carter promueven la producción de oxitocina, un neuropéptido que nos ayuda a facilitar la sensación de sincronía, de seguridad, de conexión, así como a relajarnos y restaurarnos. Ese sistema en ocasiones está alterado y no funciona bien porque en las primeras etapas de la vida las experiencias de cuidado y atención no han cubierto las necesidades del bebé y hay que rehabilitarlo. Por eso es tan perjudicial jugar con ese sistema cuando intervenimos o criamos. NUNCA deben de condicionarse a su comportamiento ni a su actitud. Castigar con la comida, con el afecto o con los cuidados es una práctica muy desaconsejable y muy dañina, pero más si cabe, cuando ha habido traumatización temprana. La frase “quiere mucho cuando menos me lo merezca porque es cuando más lo necesito” nunca ha tenido más sentido en esta etapa.

En definitiva, el amor propio o autoestima atiende, como la gran parte de nuestras fortalezas, al comportamiento social y la conexión, a pequeñas nadas diarias que actúan como reguladores invisibles y que hacen que vayamos desarrollando una imagen positiva y sana de nosotros y nosotras. Cuando estas condiciones no se dan, buscamos reguladores externos como la comida, las drogas, el sexo, los hurtos…

Pd: un buen objetivo en mi opinión de intervención sería “Facilitar un contexto afectivo y seguro que posibilite la expresión y exploración de nuevas habilidades y capacidades”, u “Ofrecer una relación consistente que favorezcan la expresión y regulación emocional”. Cambiamos el foco del niño, niña o adolescente a la relación, al contexto, que van a ser los dinamizadores de esa autostima. Ulteriormente quita presión al chico o chica y nos la pone a los profesionales.

 

Jorge Antonio Moreno Fernández

Coach AICM Nº 12809

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